15 de diciembre de 2012

Así.


-Precioso, ¿No crees? Tienes todo el caos que querías. 
-Duele.
-Lo sabías.
-No controlo nada. 
-Ni si quiera a ti. Es muy bonito. 
-Escuece. 

4 de diciembre de 2012

El cabo del fin.


Volvía a encontrarme como tantas otras veces. Era mi rutina. Mi día a día. 
Suspiro, soplido, resoplido, gruñido. 
Pies descalzos, suelo frío, la taza del váter aún más fría. 
Café, resignación, ducha caliente, reconstrucción. 
Ropa horrible, preciosa, enredos en el pelo y en la mente. Y lo peor: En el corazón. 
Llaves, escalera, vecinos, portal. 
Calzada, semáforos, claxon, frenazo, perdón. 
Prisas, buenos días, hipocresía, sonrisas. 
Rutina. Melancolía, presión, tensión. Desazón. 

El bolso demasiado vacío para ser una mujer normal y el cuaderno demasiado lleno como para seguir cuerda. 

Y volvía a encontrarme como tantas otras veces. Era mi rutina. Mi día a día. 

Volver. 

Y la cama seguía vacía. Y el silencio reconfortaba. Pero. 

El humo del penúltimo cigarro, el '¿Qué hago aquí?' de cada día, un buen libro. Monotonía. 

En cada resurrección entendía un poco más el amor, pero también el odio. Lo que era vivir aquí siendo solo esto. 
Deambular como un espectro. Fingir. Y ser feliz con ello. 

Me preguntaba si ese era el secreto: La resignación psicológica. Y me encendía el penúltimo. 

Y no sé, tal vez los pájaros no querían tener alas y preferían dar largas zancadas. 
Tal vez las nubes preferían parecer ásperas. 
Tal vez las hormigas preferían la anarquía y los buenos libros preferían no ser leídos. 
Pero todos acababan por ser lo que yo era: Lo que el destino quería. 

Intentaba recordar qué diferenciaba a los grandes artistas de las personas cualquiera. Pero. 

No sé, que al fin y al cabo todos somos lo mismo, queramos o no. 

La almohada estaba lo suficientemente blanda como para ser incómoda y el alma ya era lo suficientemente dura como para no aceptar nada de lo que yo le pidiera.

Y es que yo no quería seguir así. 
Ojalá viajar al fin del mundo. Pensé. Y allí suicidarme o renacer. Otra vez. 
Pero, al fin y al cabo, mi absurda felicidad, era esa rutina, las sonrisas artificiales y esa gente normal. Recordar a los grandes artistas. Ser una más. 

El penúltimo. 

2 de diciembre de 2012

Lo intento. - Insomnio. Toma 4. -


Nunca supe ser suficiente. 

Empecé queriendo hacer arte y acabé queriendo ser arte. Finalmente solo fui mediocridad. Fui soledad y decepción. 

Nunca supe. 

Versos, prosas, momentos perfectos, musas, inspiración, miradas, folios, tinta, teclas, música. No. 

No saber dónde caen los trozos que se desprenden de mi cada vez que exploto. Saber que merecen la pena pero no tener ni idea de dónde tengo que buscarlos y en qué orden reconstruirlo. 

Soy un caos. Precioso, pero un caos al fin y al cabo. Nadie entiende este desastre, ni siquiera yo. Y todo su valor y belleza no sirven de nada si no se sabe usar. 

Nunca supe ser suficiente. 
A veces me paso, otras no llego, pero nunca sé dónde debo estar. 

Nunca supe.