4 de diciembre de 2012

El cabo del fin.


Volvía a encontrarme como tantas otras veces. Era mi rutina. Mi día a día. 
Suspiro, soplido, resoplido, gruñido. 
Pies descalzos, suelo frío, la taza del váter aún más fría. 
Café, resignación, ducha caliente, reconstrucción. 
Ropa horrible, preciosa, enredos en el pelo y en la mente. Y lo peor: En el corazón. 
Llaves, escalera, vecinos, portal. 
Calzada, semáforos, claxon, frenazo, perdón. 
Prisas, buenos días, hipocresía, sonrisas. 
Rutina. Melancolía, presión, tensión. Desazón. 

El bolso demasiado vacío para ser una mujer normal y el cuaderno demasiado lleno como para seguir cuerda. 

Y volvía a encontrarme como tantas otras veces. Era mi rutina. Mi día a día. 

Volver. 

Y la cama seguía vacía. Y el silencio reconfortaba. Pero. 

El humo del penúltimo cigarro, el '¿Qué hago aquí?' de cada día, un buen libro. Monotonía. 

En cada resurrección entendía un poco más el amor, pero también el odio. Lo que era vivir aquí siendo solo esto. 
Deambular como un espectro. Fingir. Y ser feliz con ello. 

Me preguntaba si ese era el secreto: La resignación psicológica. Y me encendía el penúltimo. 

Y no sé, tal vez los pájaros no querían tener alas y preferían dar largas zancadas. 
Tal vez las nubes preferían parecer ásperas. 
Tal vez las hormigas preferían la anarquía y los buenos libros preferían no ser leídos. 
Pero todos acababan por ser lo que yo era: Lo que el destino quería. 

Intentaba recordar qué diferenciaba a los grandes artistas de las personas cualquiera. Pero. 

No sé, que al fin y al cabo todos somos lo mismo, queramos o no. 

La almohada estaba lo suficientemente blanda como para ser incómoda y el alma ya era lo suficientemente dura como para no aceptar nada de lo que yo le pidiera.

Y es que yo no quería seguir así. 
Ojalá viajar al fin del mundo. Pensé. Y allí suicidarme o renacer. Otra vez. 
Pero, al fin y al cabo, mi absurda felicidad, era esa rutina, las sonrisas artificiales y esa gente normal. Recordar a los grandes artistas. Ser una más. 

El penúltimo. 

2 comentarios:

  1. El bolso demasiado vacío para ser una mujer normal y el cuaderno demasiado lleno como para seguir cuerda.
    Me has enamorado más aún con esta frase.

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