15 de diciembre de 2012

Así.


-Precioso, ¿No crees? Tienes todo el caos que querías. 
-Duele.
-Lo sabías.
-No controlo nada. 
-Ni si quiera a ti. Es muy bonito. 
-Escuece. 

4 de diciembre de 2012

El cabo del fin.


Volvía a encontrarme como tantas otras veces. Era mi rutina. Mi día a día. 
Suspiro, soplido, resoplido, gruñido. 
Pies descalzos, suelo frío, la taza del váter aún más fría. 
Café, resignación, ducha caliente, reconstrucción. 
Ropa horrible, preciosa, enredos en el pelo y en la mente. Y lo peor: En el corazón. 
Llaves, escalera, vecinos, portal. 
Calzada, semáforos, claxon, frenazo, perdón. 
Prisas, buenos días, hipocresía, sonrisas. 
Rutina. Melancolía, presión, tensión. Desazón. 

El bolso demasiado vacío para ser una mujer normal y el cuaderno demasiado lleno como para seguir cuerda. 

Y volvía a encontrarme como tantas otras veces. Era mi rutina. Mi día a día. 

Volver. 

Y la cama seguía vacía. Y el silencio reconfortaba. Pero. 

El humo del penúltimo cigarro, el '¿Qué hago aquí?' de cada día, un buen libro. Monotonía. 

En cada resurrección entendía un poco más el amor, pero también el odio. Lo que era vivir aquí siendo solo esto. 
Deambular como un espectro. Fingir. Y ser feliz con ello. 

Me preguntaba si ese era el secreto: La resignación psicológica. Y me encendía el penúltimo. 

Y no sé, tal vez los pájaros no querían tener alas y preferían dar largas zancadas. 
Tal vez las nubes preferían parecer ásperas. 
Tal vez las hormigas preferían la anarquía y los buenos libros preferían no ser leídos. 
Pero todos acababan por ser lo que yo era: Lo que el destino quería. 

Intentaba recordar qué diferenciaba a los grandes artistas de las personas cualquiera. Pero. 

No sé, que al fin y al cabo todos somos lo mismo, queramos o no. 

La almohada estaba lo suficientemente blanda como para ser incómoda y el alma ya era lo suficientemente dura como para no aceptar nada de lo que yo le pidiera.

Y es que yo no quería seguir así. 
Ojalá viajar al fin del mundo. Pensé. Y allí suicidarme o renacer. Otra vez. 
Pero, al fin y al cabo, mi absurda felicidad, era esa rutina, las sonrisas artificiales y esa gente normal. Recordar a los grandes artistas. Ser una más. 

El penúltimo. 

2 de diciembre de 2012

Lo intento. - Insomnio. Toma 4. -


Nunca supe ser suficiente. 

Empecé queriendo hacer arte y acabé queriendo ser arte. Finalmente solo fui mediocridad. Fui soledad y decepción. 

Nunca supe. 

Versos, prosas, momentos perfectos, musas, inspiración, miradas, folios, tinta, teclas, música. No. 

No saber dónde caen los trozos que se desprenden de mi cada vez que exploto. Saber que merecen la pena pero no tener ni idea de dónde tengo que buscarlos y en qué orden reconstruirlo. 

Soy un caos. Precioso, pero un caos al fin y al cabo. Nadie entiende este desastre, ni siquiera yo. Y todo su valor y belleza no sirven de nada si no se sabe usar. 

Nunca supe ser suficiente. 
A veces me paso, otras no llego, pero nunca sé dónde debo estar. 

Nunca supe. 


30 de noviembre de 2012

¿Resucitamos ya? -Insomnio. Toma 3.-


Deja que esto nos ahogue. Que llegue hasta los pulmones. Que llegue hasta el alma. 
Solo seremos conscientes cuando perdamos la conciencia. 
Solo seremos libres cuando terminemos de atarnos y estas cuerdas sean hogar. 
Deja que esto nos rompa. Que llegue hasta el corazón. Que llegue hasta el alma. 
Solo seremos nosotros cuando nos perdamos. 
Solo existiremos cuando no creamos. 

Eso de tocar fondo para coger impulso. Justo eso. 

Deja que esto sea nuestro. Aunque sea nuevo. 
Deja que escueza, que duela, que arañe, que dé miedo. 
No apartes la mirada y sé valiente. 
Deja que esto nos ahogue. 

Y algún día seremos fuertes. 
Ya somos fuertes. 
Algún día seremos nosotros. De verdad. 

Deja que esto nos moldee aunque sea a golpes. 

29 de noviembre de 2012

Ella.



Nunca la vi tan lejos. 
Sus heridas dejaron de ser románticas y su sonrisa histérica había desaparecido. 
Ya no olía a vainilla y su cabello rubio no parecía una catarata dorada, si no, más bien, una cortina de paja. 
El humo de cada cigarrillo ya no salía de su boca con la misma elegancia que lo había hecho desde el primer día. Escapaba rápidamente a través de sus labios como si huyeran de un ente demasiado triste. Formaba una linea recta que desaparecía en apenas un segundo. 
Aquel humo ya no bailaba un vals a su alrededor. 
Sus escasas risas, además de fingidas, eran casi suspiros. 
El sauce lloraba menos que ella. Pero eso nadie lo sabía. 

Tal vez era una más de sus rarezas. Tal vez se cansó de ser caóticamente feliz. Tal vez nunca fue feliz y lo acababa de descubrir. 

Nunca nadie la entendió y quizá aquello de sobrevivir la agotó. Pero yo no pensaba eso. 

Ella jamás se rendiría. A Ella no le importaba si el resto la entendía. Ella no dejaría de ser ella. 
Le gustaban sus heridas y curárselas cada día. 
Le gustaba fumar lentamente proyectando bailes con el humo. 
Le gustaba ese perfume horrible con olor a vainilla y canturrear dando saltos con una sonrisa absurda en el rostro. 
Ella jamás se rendiría. 

Simplemente, ella, no era Ella. 

Querido silencio, estaba recordando a Tara. 

Hoy sé quién soy.


Era el momento de escribir algo un poco más personal. 
Dejarme de metáforas, de historias, de intentos de historias y pararme a pensar qué soy, porqué y desde cuándo. 

¿Quién me mandaría a mi ponerme a leer entradas antiguas? 

Ahora tengo bastante más claro quién soy. 
Sigo teniendo ansiedad, odio, rencor, debilidad, frustración, decepción, tristeza, pero en menor medida y sabiendo amarlo en cierto modo. 
Controlo la ansiedad y sé que el odio no es tan malo. Poco hay que lo diferencie del amor que tanto adoran.
El rencor me lo guardo, al menos de momento. 
A la debilidad solo le dirijo la palabra cuando necesito descansar. 
La frustración (Así como la decepción) tampoco es tan mala. Me da inspiración y me hace ser mucho más realista. Conocer este mundo de mierda. Saber que, pase lo que pase, yo no puedo cambiar nada, pero este caos tiene su encanto. 
La tristeza es arte. 

Ya no intento encajar. Tal vez ya lo he hecho.

Solo sé que sigo siendo yo, con algo más de autocontrol, sabiendo quién soy, orgullosa, sin querer cambiarlo y viviendo de este modo en este mundo, el cual, sigo odiando, pero he aprendido a apreciar aunque sea por lo peor que tiene. 

Me parece curioso y digno de mención que hayan personas que digan que no puedo ser feliz de este modo. Que siempre me quejo, que siempre escribo sobre la tristeza, el caos, el desequilibrio. Ellos no tienen ni idea. 
No se paran a pensar que tal vez yo tengo que aprender a vivir de esta manera, que tal vez a mi me guste todo eso, que tal vez a mi solo me pueda hacer feliz vivir en medio de este caos emocional que para mi es arte. 

Y es que lo cierto, es que, si algo me ha enseñado el tiempo, es que yo no puedo cambiar, ni quiero, ni debo. Que yo no debo encajar siendo como ellos, ni quiero, ni debo. Tengo que ser yo y aprender a apreciarme a mi y al resto del mundo en el que no tengo más remedio que vivir. 

Y, sinceramente, sí, soy feliz.

Esto es lo que me robó el silencio, por si se me olvida.

28 de noviembre de 2012

Para siempre.


Sus miradas se cruzaron. Se comieron. 
5 metros. 
En un tímpano rebotaba el sonido de un piano, en el otro, el de una guitarra eléctrica. 
Sonreían. Se comían. 

Se acercaron, hablaron durante horas, el tiempo ya no pasaba, pasaba muy rápido, se abrazaron, se besaron, se arroparon, se escucharon y vivieron. 
Se casaron, compartieron futuro, cama y muerte.

Sus miradas se cruzaron. Se comieron.
7 metros. 
En un tímpano rebotaba el sonido del viento, en el otro, un saxofón. 
Sonreían. 
Se pensaban. 
Se olvidaban.

El autobús paró frente a ella y la compañía paró frente a él. 

12 metros. 

Tal vez otro día se encontraran a mucho menos. Pero ya se habían olvidado. 

A ciegas.


Que no somos sospecha, que somos certeza. 
Y así ya no volamos, ¿Te acuerdas? 
¿Dónde está el interruptor? A ciegas.
Caímos hacia arriba, como siempre. 
Sí, a ciegas. 
Caímos guardando las formas.
Caímos guardando secretos. 
¿Dónde está el interruptor? Mierda. 
Vale, lo siento, esta vez no. 
Tal vez me equivoco, ¿Qué saben las madrugadas? 
Las cuerdas bien atadas, y nosotros bien locos. 
Siempre así de mal, con esta sonrisa rota. 
Que venga el peor rescate, que nos saque a flote. 
Que venga el peor de todos, con promesas y esas cosas.
Que sepa curarnos bien y darnos la oscuridad justa.
Que entienda de soledad y del amor a la lucha.
Que no nos busque demasiado.
Que no nos guste.
Asusta.

27 de noviembre de 2012

Ganas de huir. -Insomnio. Toma 2-


Huir de todo lo que controlo demasiado. Querido insomnio. 

Vivir eso que vivieron tantos personajes de mis libros y textos. Huir. 

Deshacerme del ancla. 
Y bueno. 

Tantas veces lo intento. Encajar en este mundo. Tantas veces lo he intentado y no ha querido funcionar. Y me he avergonzado. ¿Cómo puedo intentar encajar en un mundo que odio? Me resulta tan patético, ridículo y absurdo... 
Pero huiría. 
Sin el ancla huiría lejos. 

Saldría con lo puesto y cogería el tren de madrugada más barato al lugar más oscuro. 
Pasaría el viaje mirando las estrellas y pensando dónde encontraría un hotel, un puente o un banco en el que me pudiera permitir pasar el final de la noche. 
Al amanecer saldría y hablaría con esos desconocidos que aun no me han dado motivos para odiarlos. 
Oiría voces que nunca oí, vería caras que nunca vi e imaginaría que estoy en un mundo completamente distinto. En una vida completamente distinta y que nada más existe. 
No tendría rencor. Los recuerdos formarían parte de una vida que ya no sería la mía.
El pasado ya no pesaría y mi maleta aún menos. 
¿Por qué no? 
Encontraría un trabajo estúpido que podría llegar a gustarme y viviría rodeada de libros, folios, tinta, películas, chocolate, series, palomitas, helado, llantos, soledad, tristeza, amores platónicos, sueños, imaginación, felicidad, euforia, estupidez. 

Sería capaz de empezar de cero si pudiera hacerme a la idea de que todo lo que tengo ahora no existe ni ha existido jamás.
Podría huir lejos y vivir sin necesitar.

Pero claro, echaría de menos mi ancla. ¿Qué soy yo sin mi ancla? No, que va. 

26 de noviembre de 2012

En fin. - Insomnio. Toma 1.-



Mi problema es volver a estar deshojando madrugadas. O en ellas. O algo. 
También lo bueno de todo esto. 

Yo solo sabía, y sé, que quería, y quiero, ser arte y que me dan miedo las alturas. Y vaya. 
Yo solo sabía, y sé, que no me conocía, ni me conozco, y será por eso que aquí me quedo. En este bucle. 

Echar de menos ser la musa que más odias. 
Echar de más esta noria y este empacho de realidad. 

Y en fin. Que ni yo me entiendo y cada vez importa menos. 

¿Lo bueno? Que durante el insomnio todo encaja. Así que. 

La inspiración que solo llega cuando nadie quiere saber de poemas. 
La magia que solo brilla cuando el mundo pide realidad. 
¿Por qué iba a querer alguien realidad? En fin. 

20 de noviembre de 2012

En una madrugada cualquiera.



Nos colamos por las rendijas de aquella madrugada. 
Reptamos bajo las puertas medio abiertas con una risa reprimida. Una sonrisa en los labios. 
Fuimos siempre como dos reclusos, pájaros sin alas, jaulas sin puerta, amor sin odio. 
Nos faltó siempre el empujón del enemigo para regalarle la confianza al barranco. 

Atravesamos las ventanas cerradas, casi sin hacer ruido y dormimos en aquel colchón que crujía demasiado como para pasar desapercibidos. 

Fuimos siempre como dos niños castigados. Como dos niños sin caramelos, sin juguetes y sin un solo capricho. Como sentarnos en la silla de llorar a tragar nudos en la garganta. A intentarlo. 

Pero aquella noche fue distinto. 

Las pupilas brillaron y algo rozó algo. Piel con piel. Aire con aire. Alma con alma. Corazón con vacío. 
Algo palpitó y sentimos la utopía. Y sonreímos con una mueca. Sonreímos sin saber sonreír. 
Algo vibró, algo gritó, algo se silenció, algo cambió, algo volvió a su lugar, algo se encajó y algo se descolgó. 

No volvieron a haber corbatas bien puestas, ni apuntes organizados. 
No volvieron a escucharse reprimendas ni la palabra "Responsabilidad". "Orden". 
No volvió a haber insomnio involuntario ni despertadores. Ni pájaros sin alas ni jaulas sin puerta ni amor sin odio. 
Y era todo lo que necesitábamos. 

Y es todo lo que necesitamos. 

Esto es lo que me robó el silencio. Noviembre. 


21 de octubre de 2012

"Sé fuerte."



Y a ti, ¿No te duele mucho más todo esto?
Que te digan que no puedes sufrir, que no puedes parar a descansar, que tienes que ser fuerte. 
Siempre esa frase "Tienes que ser fuerte". Siempre un "Sé fuerte". "Sé fuerte siempre sin importar que estés hundida. Que no te vean llorar, que nadie sepa que lo pasas mal, que nadie sepa que estás hecha una mierda, eso merece todo el desprecio del mundo. Tú no tienes derecho a estar mal".
Y una mierda. 
Yo necesito llorar. Yo necesito escribir esto aunque me llamen víctima, yo necesito saber que no soy un trozo de carne sin sentimientos, que no puedo con todo, pero tiene mérito lo que hago. 
Necesito sentirme fuerte porque lo he logrado poco a poco, no porque me han empujado a ser fuerte sin poder soportarlo. 
A la mierda. 
El truco es hacer como que todo te importa una mierda. El truco está en demostrar que todo te importa una mierda. Tragarse los problemas y llorarlos por las noches. 
Y, como ahora no puedo llorar, porque aun no estoy sola en la cama, lo mejor será que deje de escribir, porque ya el nudo no pasa por la garganta. 

Esto es lo que me robó el silencio, cuando no podía decirlo a nadie. 

9 de octubre de 2012

Joder, te das cuenta.


Y entonces ocurre, te das cuenta. 
Y entonces ocurre, te das cuenta. 
Y entonces ocurre, te das cuenta.
Te das cuenta, joder, te das cuenta. 
Al final no ha servido para nada. 

No importa si te sentiste especial, o una más. No importa si tenías sueños o vivías viendo la vida pasar. No importa si has luchado, si has sentido, si has amado, si has odiado, si te has odiado, si has olvidado o pasado la vida recordando. No importa. Esto es lo que te queda. 
No dependes de nadie, nadie depende de ti. Y, por mucho que digan, lo malo llega cuando tu felicidad depende solo de ti mismo, cuando no puedes echar las culpas a nadie cuando todo va mal. 

Esperas una llamada que no llega, un mensaje. Esperas una sonrisa, una palabra, una señal, esperas que Dios baje del cielo y te diga que eres alguien. 
Esperas recoger los frutos de lo que sembraste. 
Esperas que se pudra lo que no quieres. 
Esperas, esperas, esperas, y nada. 

Y entonces ocurre, te das cuenta. 

Aquí no hay nada. 
No eres especial, no eres una más, tus sueños no se cumplirán, la vida pasará y acabará cuando menos te lo esperes. ¿Luchar? ¿A eso lo has llamado luchar? ¿Amar? No sabes lo que es eso. Ni el odio. El olvido no existe. Esto es lo que te queda. 

No podrías depender de nadie ni podrías hacer que nadie dependiera de ti. 

Tu vida no es más que una sucesión de cosas absurdas que pasan bailando ante ti con un cartelito que señala que son importantes. Y tú intentas creerlo. Pero no. 

Ni lecciones, ni experiencias, ni motivos, ni esperanza, ni sueños, ni 'ser'. 


Esto es lo que me robó el silencio, solo un martes. Solo un martes.

6 de octubre de 2012

Ámame o mátame.


Sácame. Sácame de aquí, pequeña. 
Deja de hacer como que no me oyes, ni me sientes. Deja de fingir que no existo. 
Deja de fingir que no me necesitas, que no somos una, que esa barrera funciona. 

Es él quien no existe. Solo es una ilusión. ¿De verdad crees que porque nos separe una absurda barrera acabarás olvidándome? ¿Crees que acabaré muriendo? 

No sé de qué te quejas. Ojalá yo estuviera en tu lugar. Solo te pido que me saques de aquí. 

Deja de ignorarme, deja de pensar que no nos necesitamos, que yo creo desequilibrio y no lo contrario. 
No tienes ni puta idea. 

Yo no tengo nada. Me paso la vida aquí encerrada, odiando sin poder evitarlo, luchando sin poder evitarlo, viviendo sin poder evitarlo. No puedo salir de aquí. Es como vivir en la claustrofobia. Escuchando vuestros pasos y risas, y viendo solo la oscuridad. Alguna sombra. Sonriendo al pensar en lo peor y echándome a llorar cuando recuerdo buenos momentos. 

Y tú, ¿Qué? ¿Qué haces? Tratarme como si fuera un problema, evitarme, odiarme. Estoy aquí por ti. Tengo menos motivos para estar aquí que tú, pero sé que si me rindo y acabo conmigo, tú vendrás conmigo. Solo estoy aquí por ti. 

Si aguanto esto, es, tan solo, porque espero que algún día sepas matarme sin acabar con tu existencia. 

Esto es lo que me robó el silencio, de nuevo al borde. Sujetándome.

4 de octubre de 2012

Mi llama.


Es algo que nunca desaparecerá. 
Canciones que escuché demasiado en aquella época. Libros que leí, lugares que visité, incluso frases que solíamos decir. 
Ya ni recuerdo dónde empezó todo, los días exactos, ni siquiera quienes eran exactamente las personas que pasaron por mi vida en aquellos momentos. 
El tiempo ha borrado demasiado de aquello. Pero hay algo que no podrá borrar nunca el tiempo: Lo que sentí. 

Ya casi no quedan recuerdos, solo sentimientos. Sensaciones. 
Escuchar una melodía y saber que algún día me sentí rota. Leer un libro y saber que, en alguno de esos días, me levanté buscando una solución a pesar de no creer en nada. 

A veces ni siquiera sé si ciertas cosas las viví realmente, las soñé o me lo imaginé en esos momentos en los que todo era demasiado confuso. 

De lo único que estoy segura, es de que todo aquello pasó, de que, si he olvidado detalles, incluso momentos y semanas enteras, es porque no podría haber seguido viviendo con ello. 
Tengo la experiencia, aunque queden pocos recuerdos. 
Tengo los sentimientos, aunque queden pocas imágenes. 
Quedo yo, aunque no sepa bien quién era antes. 

Será que, al fin y al cabo, siempre hay una llama que nunca se apaga. 

Esto es lo que me robó el silencio, sin pedir permiso.

29 de septiembre de 2012

Esta noche con él.



-Si pudieras pedir un deseo, solo uno, para toda tu vida, ¿Cuál pedirías?
-Esta noche con él. 
-Solo tienes un deseo, ¿Estás segura?
-Completamente. Lo que más deseo es pasar esta noche con él.
Volver a ver sus ojos verdes, discutir y llevarnos la contraria hasta que yo levante la voz más de la cuenta y tenga que mandarme callar, avergonzarme, escuchar como me pide una sonrisa, apagar la luz y sonreír en la oscuridad. Abrazarle, sentir que me abraza. Apoyar el oído en su pecho y contar sus latidos. Rozar sus labios. Morder sus labios. Sonreír en medio de un beso.  Acariciarle como si se fuera a romper en cualquier momento. Que se nos escape algún 'Te quiero'. Dar las gracias en silencio. Besos en el cuello. Hacer el amor hasta agotarnos. Agotarnos juntos. 
¿Acaso no es suficiente? 

Mi deseo para toda la vida son 10 horas con él. Y ver amanecer. 

Esto es lo que me robó el silencio mientras un 'No me vas a conceder ese deseo.' 

25 de septiembre de 2012

Tara.


Y entonces supe que nunca la comprendería. 
Era como mirar esa parte de mi con más personalidad, con más sonrisas y más lágrimas, con todas las emociones multiplicadas por infinito. 

Al principio, como cuando intento conocerme, me pareció desagradable. Decía todo demasiado claro. Hacía lo que quería en cada momento sin pensar si estaba bien, mal o molestaría a alguien. Pero, tras meses observándola a veces desde lejos, a veces desde cerca, vi que tenía momentos que te hacían sentir la necesidad de estrecharla entre tus brazos hasta que desapareciera y te permitiera darte cuenta de que no es real. Nadie así podía ser real. 
Se sentaba bajo un árbol simplemente para ver cómo ascendía el humo de los cigarrillos que fumaba continuamente. Ignoraba el resto del paisaje, que cualquiera pensaría que merecía la atención de cualquiera. Decía que ella era demasiado como para definirse, pero demasiado poco como para creerse rara. Le daba demasiada importancia a aquella palabra. 
Y sonreía, sobretodo sonreía de forma que a mi, personalmente me resultaba desagradable, ya que, cada vez que lo hacía, soltaba una risita aguda y estúpida. Tanto que a veces no sabías si era hipócrita o parte de ella. 

A veces me daba la sensación de que vivía más en cualquier otro mundo invisible, para todos nosotros, que en el nuestro. 
A veces hablaba de gente que, o no conocíamos, o no existían. 
Ellos aseguraban que ella tampoco los podía conocer, ya que la vieron nacer, morir crecer, crecer, morir y crecer. 

Al principio, le cogí manía al olor de su perfecto pelo dorado: Una mezcla entre tabaco y vainilla. 
Solía esparcir perfume de vainilla por todas partes. 

Pero, realmente, era más lista que todos nosotros. 
Cuando se ausentaba en aquel rincón que llamaba hogar y dormía entre cenizas, cuando pasaba horas mirando el humo, cuando se dejaba flotar en el lago sin importarle quién la viera desnuda, cuando dormía en una rama de un árbol o le hacía trenzas a los caballos en la cola, hacía algo más que cosas sin sentido, vivía. 

Ella hacía lo que quería cuando quería, y nadie sufrió más por ello. 

¿Cuántas veces estuvo a punto de morir por escalar más alto de lo que debía? ¿Por meterse con quien podría matarla casi de un soplido? ¿Por cortarse las piernas para sentir un escozor que según decía, a veces le resultaba agradable?

"Si no vives al borde, no estás viviendo" Aún no sé si lo entendí, pero sé lo que hace ella. 

Podría cambiar en cualquier momento, de hecho, cambia en todo momento. 
Ella no es de un modo, de otro, no quiere ser. Ella es. Solo eso. 

No sé si se da cuenta de lo peligroso que es. Yo seguiré observándola, más de lejos que de cerca. 

Podría ser como ella. Podría ser ella. ¿Quién sabe si lo soy?

Esto es lo que me robó el silencio, mientras, ella, bajo un sauce.

Vuestro mundo es 'perfecto'.


Que digo que me quedo por aquí, rodeando tu campo de minas y tal. 
Que digo que debería empezar a preocuparme si hace unos años mi mayor interés era el sentido de la vida y hoy mi mayor interés es el sentido de la muerte. 

Ellos nunca sabrán volarse la tapa de los sesos. 

Y yo nunca sabré vivir si no es en el borde. Y lo sabes. 

Que yo estoy loca, dicen. Como si me conocieran. 

Yo lo que busco es un motivo de peso para ser como el resto, y no hay motivos que pesen tanto. 
Es divertido fingirlo de vez en cuando, ver cómo para ellos es normal eso que para ti es absurdo. Pero, al final, ¿Qué? ¿No se cansan de no caer en el caos? ¿De no luchar por el hecho de luchar? ¿De ser copias de copias de copias? 
Pero claro, el caos es caca. 

Esto es lo que me robó el silencio. Tesis sexys. 

13 de agosto de 2012

Antes alma que corazón, ¿Sabes?




Miró hacia quién sabe dónde. 
Ausente, como siempre. 
Era lo que siempre quise ser, aunque yo nunca lo supe. 

Irradiaba paz. Oscuridad. 
Sus ojos negros y su pelo, del mismo color, pero extrañamente más brillante. Sus ojeras. Su invisible equipaje de cien toneladas. 
Era lo que siempre quise ser, aunque yo nunca lo supe. 

Fingía exageradamente bien. 
A veces fingía no saber hacerlo. 


Soñaba con que el mundo estallara y sus pedazos se clavaran en el oxígeno que respiraba. Sobreviviendo con desgana. 
Esperaba, con una sonrisa imperfecta, un rescate a la otra orilla de su charco favorito. Unos irrespetuosos rescatadores. De esos que nunca sabrían como tratarla y, finalmente, optarían por devolverla a su charco, haciéndola nadar hacia la orilla, para esperar de nuevo. 

Creaba gritos de auxilio con caladas silenciosas y se autodestruía con sus propios suspiros. 

Y ni lo sabía.

Quizá nunca miró a ninguna parte. Esos puntos fijos se movían con la misma frecuencia que su orgullo anclado. 
Quizá se mareó y no lo demostró.
Quizá esos escalofríos eran señales que interpretó mal, mientras miraba a su punto fijo favorito: El fondo. 

Esto es lo que me robó el silencio en una mirada.

12 de agosto de 2012

Dicen.



Que nos rompemos dicen. Que no somos capaces de mantenernos en pie. 
Y yo no sé tú, pero mi caos es irrompible. 
Este orden desordenado. Esta ausencia de estabilidad que es sentirme yo. Esto es paz. 

Ellos no lo entienden, pero yo ahora sé quien soy. 

Soy mis libros y su mirada. Soy mis sueños, esas estrellas y telarañas. Soy mis dudas y mi masoquismo literal. No poder vivir sin un toque de destrucción. 
Soy mi odio. Lo que más valoro. Mi infinito placer. Observarlos, saber que no me entienden, que nunca lo harán y sentir esa tristeza que casi me eleva y me hace sentir por encima.

Respiro y sonrío y que me alimente el rencor. 
Que me haga amar un cielo estrellado, unas páginas, sus versos, mi prosa, sus besos, mis drogas. 

No saber vivir siguiendo el camino marcado, pero haber alcanzado la felicidad más extrema que ellos podrían imaginar. 
No estar atada a su necesidad de seguir el camino marcado, ser libre, pero haber alcanzado la tristeza más extrema que ellos podrían imaginar. 

Y, ¿Qué más da? 

Dicen que no seremos felices. No saben que ya lo somos. 

No es equilibrio, es desequilibrio. ¿Tarde? ¿Pronto? Estoy en el centro. En el fondo. Sonriendo. 


Esto es lo que me robó el silencio, casi evitándome.

3 de agosto de 2012

No sé por qué lo hago.


Podría hablar de salud física, pero sería absurdo. 
Sería absurdo nombrar los 39º de fiebre y los inmensos dolores de cabeza. Vomitar hasta sangrar. Los dolores de estómago, los moratones de haberte caido o golpeado en momentos que no recuerdas. Sería absurdo. No merece la pena. 
Importa mucho más lo que no se ve. 


Todo empieza infinitamente bien. 
Piensas, "¿Cómo no pude darme cuenta antes de que esta esa la forma perfecta de vivir?". Todo es increíble. 
Ellos te entienden, tú los entiendes, y el mundo y su distorsión te hacen sonreir. 
Algunos te dicen que no es la forma, que vas por mal camino, que no puedes estar bien, pero, ¿Son imbéciles? ¿Acaso no sabes tú cómo estás? Sonriendo. Dices que eres feliz. Esos momentos, no son comparables a ningun otro sin mierda en las venas. 
El suave dolor del sufrimiento compensado con la ignorancia de la ceguera.
Puedes ser tú realmente. 
Si les gusta, demostrarán que te comprenden. Si no les gusta, lo achacarán a la cantidad de alcohol que llevas dentro y te mimarán, te cuidarán y... Demostrarán que te comprenden. 
Te acompañarán a casa cuando no puedas mantenerte en pie, aunque conserves esa sonrisa en tu cara, y te arroparán y te dirán "Anda, mañana nos vemos" con todo el cariño del mundo. 
¿Qué puede tener de malo buscar la felicidad? 


Pasan las semanas, y todo sigue siendo perfecto, ya son todos los días en los que buscas esa nube que te eleva y en la que "Eres tú mismo". En la que nadie te critica, incluso suben contigo y comparten sus pesares y vivencias que no compartirían con ninguna otra persona por miedo a ser rechazados. 


Pasan los meses y todo sigue perfecto, ya son todos los días en los que buscas esa nube negra que te eleva en la que eres aquello en lo que te has convertido. 
Te das cuenta de que esa persona eres tú. De que tu felicidad está en esas botellas. Tu felicidad está en cristal, hundida, al fondo, y tú tienes que vaciar la botella y evitar que se ahogue. Sacarla a flote es imposible, pero siempre la puedes rescatar a tiempo. 


Y entonces te das cuenta. 


De nuevo: Eso es lo que eres. 


No puedes ser feliz de otro modo. 
Intentas salir y evitar el vidrio, en todos los sentidos. Eres lo que siempre odiaste, y te consideras feliz. 
Te planteas si tal vez estabas equivocado. Si tal vez, todo el dinero que gastaste en libros, en regalos para gente que no lo merecían, en viajes, en películas, no lo debiste haber gastado en rescatar mil veces más a tu felicidad. Si hubieras gastado todo ese dinero en botellas, ahora no tendrías que pedir prestado o robar a tu familia. Ahora no pedirías que te inviten, con tu sonrisa más deslumbrante. 


Y les caes bien. Siguen viendote "tal y como eres", tal y como te has creado. Eso es lo que eres para ellos: La persona más simpática del mundo, el único que los comprende, el único que se comprende (Aunque solo sea aparentemente), el que bebe hasta morir, para resucitar al día siguiente, y se mantiene. 


Y entonces, llega el momento. 
Miras atrás y te preguntas "¿Realmente era feliz antes de todo esto?" No lo quieres creer. Además, toda la gente que conoces ahora, los que han quedado, han estado contigo en esos momentos, ¿Qué harías con ellos si no fuera beber y destrozarte? Pero, antes no eras eso. Puede que hayas evolucionado. Pero ahora quieres comprobarlo. 
Vuelves a evitar el vidrio, esta vez con ganas. 
Alrededor todos siguen con la vida que dejaste en pausa, los ves sonreir, intentas mantener una conversación, y no sabes por dónde empezar. Te invitan, lo rechazas. Empiezan a hablar de cosas en las que solo intenvendrías si hubieras aceptado ese trago. Te invitan, lo rechazas. Ellos te miran raro, creen que ese no eres tú. Te sientes mal, todo se derrumba, ¿Por qué no puedes ser el mismo que cuando bebes? ¿Acaso no eres fuerte? ¿Acaso no vales tanto? ¿Eres como ellos? Te diré una cosa: No eres como ellos. 


Ellos nunca lo hicieron por encajar, ellos ya encajaron hace mucho. Ellos aprendieron a vivir hace mucho. 


Y te das cuenta de lo triste que es tu situación, ni encajas, ni te sientes mejor siendo fuerte solo siguiendo sus pasos. 
Te odias, a muerte. Piensas "¿Cómo llegué hasta aquí? ¿Qué hago ahora?" Fácil: Te invitan, lo aceptas. 
Y vuelves a ser quien eres. Se les ha borrado la decepción del rostro. Ahora te conocen. El único problema, es que, el que no se conoce eres tú. 


Piensas, tal vez demasiado, lo suficiente como para poder mantener 10 conversaciones a la vez, creer que los entiendes. Lo suficiente como para entender que no eres tú, y tampoco lo que quieres ser, y tampoco lo que te hace feliz, y tampoco lo que odias. Solo das pena.  

Lloras, piensas en suicidarte. Ellos piensan que no es para tanto, solo estás borracho, pero tú lo sientes, sabes que has roto todo. Sabes que, sin beber, ya no puedes pensar como te gustaría, y si bebes, piensas más de lo que deberías. 
Te odias. 


Ya solo bebes para odiarte con excusa. 
Sería muy triste sentirte tan vacío sin tener a qué echarle la culpa. 


Bebes más que nunca, y eso ya no te hace feliz, pero te hace olvidar la felicidad. 
Rompes la botella con tu felicidad dentro y adoras el vidrio. 
"Es tan bonito intoxicarse..." 
Es romántico. 


Que esos que estaban siempre no puedan contigo y decidan dejarte solo y entonces piensas "No es posible, pensaba que nunca lo harían. Sabía que nunca lo harían. Son mis amigos antes que mis compañeros de copas" 


Bebes más que nunca y te ries de la felicidad. 
"Que le jodan, es más bonito odiarse, odiarnos, odiarlos" 


Y te quedas solo. Ellos se rindieron. 
Te preguntas cómo pueden ser felices haciendo lo mismo que haces tú, cómo siguen emborrachándose y divirtiéndose, ¿No se dan cuenta de que están solos? ¿No se dan cuenta de que, en el momento en que se pongan tristes, o pasen por una mala racha, los abandonarán? Pero ellos no son como tú. 
Ellos no tienen malas rachas. En sus preocupaciones, el odio no es la más importante. Ellos no tienen ni puta idea. 


Recuerdas cuando podías ser feliz sin eso, y piensas de nuevo "Tal vez me engañaba". Tanto como con cada trago que dabas. 
Te hundes, más que nunca, sin remedio, los odias por no estar, te odias por confiar en ellos, en ti, por creer que eso iba a solucionar algo. 
Nada se arregló, se quedó guardado para las resacas.


Y eso eres tú: Un desastre. 


Ahora sí tienes que ser fuerte, no te queda otra. Estás solo. 
Aparecen algunos a los que le cuentas tu historia y dicen que te entienden, pero tú sabes que no. Que nunca sabrán lo que has llegado a sentir. 
Nunca. 


¿Cómo vas a recuperarte de esto? Ha sido absurdo, te has destrozado creyéndo en una falsa felicidad. 
Eso que se hundía en el fondo, solo era un chupito. 


Los de verdad se fueron, decepcionados. Los de mentira, se fueron, porque dejaste de estar ciego a pesar de ver borroso. Y los de ahora... En esos no puedes confiar. 


¿Cómo vas a recuperarte de esto? Ha sido absurdo. Te has destrozado. 

Esto es lo que me robó el silencio, con razón.

18 de junio de 2012

Hasta sangrar.

No sé qué tengo que hacer. Si lo supiera no estaría en esta situación.
No sé ni porqué escribo, si sé que a estas alturas no sirve de nada.

Estoy en el centro de una depresión que he creado yo sola.
Eso de despertar llorando, acostarse llorando, odiar, odiarme, hacerme daño, en todos los sentidos.
Vomitar practicamente cada bocado de doy, desmayarme una vez cada dos días. Deseos infinitos de drogarme hasta sangrar por dentro.

¿Cómo he llegado hasta aquí?
Supongo que han habido tiempos peores, y ninguno me ha causado esto. ¿Qué es lo que ha pasado?
Tal vez es que me cegué. En esos momentos solo pensaba en fingir estar bien, no ser yo, incluso cambié en ciertos aspectos, intentando ser como el resto y no mostrar mi sufrimiento. Tanto que me acostumbré.
Pero, al fin y al cabo soy yo. Y duele. Y es inevitable.
Y aquí estoy. Ocultandoselo a los que no lo entienden. Excusandome ante los que se dan cuenta y, todavía buscando algo a lo que agarrarme de esa(s) (pocas) persona(s) que me entiende(n).

Creo que no sirve pedir ayuda, ni intentar ayudarme. Me acostumbraré a esto, o le daré tiempo al tiempo.
Al final, o morirán ellos, o moriré yo.

Os odio, hijos de puta, por haberme hecho estar sola, por dejarme sola. Os odio.

3 de junio de 2012

Fin del sueño. Por ahora.

No es justo y lo sabemos.
Poder ser completamente sincera solo con una persona, y que esa persona esté a 600 kilómetros.
No poder hacer nada por solucionarlo. Que todo vaya en contra.

Que realmente pareciera un sueño, porque no se podía superar esa perfección. Insuperable. Completamente.
Pero despertar por la mañana con lo poco que me queda de ti, enredado en mis dedos y darme cuenta de que solo tuvo de sueño lo increíble.

Con miedo a decir lo que pienso, como si todo pudiera romperse en cualquier momento. Deseando continuamente que no sea la ultima oportunidad, un 'Habla ahora, o calla para siempre'

No puedo decir nada que no puedas saber sintiéndome. Sintiéndonos.

Bah.

30 de mayo de 2012

Sentirme al borde del adiós.



Me sentía como si algo quisiera salir de mi pecho, y no fuera mi corazón. El corazón apenas latía. 
Sentía un nudo en la garganta, ganas de echar a llorar, desconsoladamente, histérica, con rabia, dejar salir el dolor. 
Sentirme demasiado llena. Demasiado vacía a la vez. Sin servir para nada. 
No poder arreglarlo. Que todo diera igual. Y seguir con aquella sensación en el pecho.
Tal vez incluso quería que acabara lo que me hacía estar en vilo. Lo que equilibraba la balanza en un 'a ver qué ocurre', a ver si todo se derrumba y podemos empezar de cero, construyendo un palacio entero con los escombros de esta casucha. Tal vez. Pero no soporto ver como se difumina, lentamente, como todo, sin dejarme tocarlo ni para despedirme, como un espejismo. 
Temblaba, sentía pánico, un pánico horrible, soledad, una soledad oscura e inmensa. Sentía que jamás iba a volver a tener nada de lo que un día tuve. Que ni siquiera lo supe apreciar. Sentía que todo acababa. 
Me encogía, respiraba, sin controlar bien el ritmo, no sabía si lo hacía bien. Mas, a cada exhalación, sentía que escapaba de entre mis labios un trozo de mi. 
Solo quería escapar. Echar a volar. Levantar los pies del suelo y sentir que todo era mucho más pequeño desde allí arriba. Que nada merecía suficiente preocupación. Pero, por más que quisiera, no tenía alas, y no iban a salirme en ningún momento. 
El vacío me oprimía. 
Necesitaba odiarme,hacer algo, golpear paredes, matar a seres humanos o desaparecer de repente. 
Pero no podía hacer nada, y aquello no era simple impotencia. 
Solo sentía esa presión continua en mis oidos, sobre mis parpados, en el pecho y en las sienes. Solo sentía dolor. El peor dolor del mundo. 
Sentirme al borde del adiós. Sentir que es mi decisión saltar al vacío, para ser consumida por él, finalmente. O, por el contrario, seguir al borde, con las ganas de volver atrás, atravesar ese muro invisible a mi espalda que solo me permite avanzar o quedarme donde estoy. 
Golpearlo, destrozarlo, escapar. Pero no se puede hacer nada. Avanzar o esperar. En cualquier caso, moriría de dolor. 


El alma me comía. Todo aquello era yo. Y recordé que una vez, cierta persona me preguntó qué era el alma. 


Si tuviera que vivir esto, lo entendería a la perfección. 

Esto es lo que me robó el silencio. Y yo contando los días.

No importa.


Supongo que acabo de subir la escalera de caracol, entera y corriendo. 
Se acabó eso de subir los escalones de uno en uno. 
Se acabó eso de intentar hacer poesía con el pensamiento. 
Se acabó la última oportunidad, el esperar, el estar. 
Se acabó. Que es lo que más duele. 


Doy una calada al momento que nos rompe. Y duele. 
Supongo que hasta que vuelva a perder otro de los trozos de mi alma, cada calada será tuya. 
Supongo que hasta que vuelva a perderme, seré tuya. 


No sé por dónde terminar. Siempre es lo mismo. Ya no merece la pena. 
Lloraré, odiaré, me odiaré, te lloraré e intentaré que todo cambie para que, finalmente, la distancia acabe con todo. 
Si las promesas no existen. Y si tanto me lo repito, no sé porqué sigo confiando. 


Sé que nunca soy suficiente, o tal vez demasiado yo. Y a veces quisiera ser capaz de fingir mejor. Diría cambiar, pero es imposible que a estas alturas yo cambie. 


Vacío.


Me rindo. 

Esto es lo que me robó el silencio, a la tercera muerte.

15 de mayo de 2012

-¿Hasta cuando?- Debí preguntarme.

Y usarte de espada y no de escudo. 

Y esperar a la esperanza, y no darla por resurgida. 

¿Qué no he hecho? 
Compramos una promesa y nos olvidamos de que no se traficaba con la ausencia. 
Que yo sigo siendo yo, y tú jamás. 
Siendo claros: que te has ido. 

Se me ocurren mil razones, mil excusas y mil formas de esperar. Se me ocurre que esperas que no espere, porque ya son tantas decepciones, y tantas veces las que lo hice, que no me arriesgo.
Que me conoces demasiado, y sabes cada uno de los movimientos que puedo hacer. Que estás en mi cabeza. En todos los sentidos. 

Pero, ¿Sabes? Yo no quiero jugar. Yo no quiero preguntarme, responderme, hacerme fuerte por perderte, culparme, culparte o sorprenderme. 
Yo quiero que estés. 
Simplemente eso: Yo quiero que estés. 
Como estabas, como estuvimos, como estarías y no estarás.

Que no lo entiendo. Lo sabemos. Que sonreirás al leer esto. Lo sabemos. 
Que eres demasiado tú.Que soy demasiado tú. Que soy demasiado yo. Y tú me tienes, pero no lo eres.

¿Qué esperas? Si todo lo que te dije sin pensar, era lo que sentía. 
Si sigo cumpliendo promesas y preocupándome porque cumplas las tuyas. 
Que no sé qué hacer cuando todo acabe, ahora que no tengo adonde ir. A quién esperar. 

Yo fallé, siendo consciente, y lo seguiré haciendo. Vuelvas o no. 

Sé que no hice caso al destino, pero, tantas veces me hablaron de él, que ya no sé cuando es real y cuando no. 
Tal vez el destino fuera este, que me abandonaras. 
Y sí, esto para mi es un abandono. Sabes que yo sin ti, no. 

Debí preguntarme hasta cuándo. Hasta cuándo serías capaz de estar. Hasta cuándo podría apoyarme en ti. Hasta cuándo duraría eso de creernos. 

¿Hasta cuándo?- Debí preguntarme. 

Ya no hay pregunta que valga. Tampoco quiero respuestas. Yo quiero que estés.

Esto es lo que me robó el silencio, de repente.


8 de mayo de 2012

Me niego a creer su realidad.



Que las cosas tienen la importancia que les damos. 
Y que me llamen ilusa, inconsciente, tonta, estúpida, equivocada. 
Sigo y seguiré pensando que prefiero una noche mirando las estrellas a un millón de euros.


No entiendo esta maldita crisis. No entiendo el porqué la gente muere de hambre. No entiendo el porqué se pelean en público con un trozo de papel arrugado, mientras todos desde sus casas los ven en una estúpida caja que solo emite berridos e imágenes obscenas. 


Realmente, no lo entiendo.


No sé porqué necesitamos cambiarlo todo por cobre y papel, si cobre y papel lo podemos encontrar casi en cualquier sitio. 
Si lo bonito de la vida es sorprendernos cada vez más con el paso del tiempo. Es vivir en lo impredecible. 


No soporto pensar que me pasaré la vida trabajando por cobre y papel. Realmente, no lo soporto. 
Para quienes dicen "¿Prefieres vivir debajo de un puente sin saber cuando vas a poder comer?" Les respondo sinceramente: 
Prefiero que mi preocupación sea encontrar comida en un día de hambre, a que sea saber la vida de gente de la televisión. 


Nos han engañado. Vivimos engañados. 
Nos han hecho creer que necesitamos trabajar para conseguir dinero que intercambiar por una vida "más cómoda".
No necesitamos un maldito trabajo. Necesitamos buscarnos la vida. Necesitamos vivir. 
Vivir es disfrutar de lo que tenemos, de lo que la naturaleza nos ha dado, de la relación con nuestra gente, de libros, de pelis, de cielos estrellados, despejados o lluviosos, de conversaciones, de risas y del tiempo. No vivimos para trabajar de lunes a domingo y tener apenas un par de horas, en la cena, para compartirla con nuestros seres queridos o para nuestro ocio. 
No nacimos para eso. 
Al menos yo quiero pensar que no nací para eso. 


Es posible, que mi vida acabe mucho antes que las de los que viven trabajando 12 horas al día y tienen para comprar pavo y langosta en navidad. Es posible, que yo, dentro de unos años, pase hambre. Pero yo me niego a seguir esa vida. Yo me niego a perder toda mi vida trabajando porque la sociedad dice que es lo correcto. 
Sí, todo cuesta un esfuerzo, pero yo no me quiero creer que 240 horas de perdida de tiempo merezcan la pena por un par de trozos de papel arrugado. 
Yo no pienso hacer las cosas "como se deben" y desperdiciar mi tiempo y todo lo demás, cuando podría estar siendo feliz, sin llevar esa vida rutinaria, cutre y falsa, completamente falsa, que nos hacen creer que es la buena. 


La vida es lo único que tenemos y no nos puede quitar nadie. ¿Por qué nos la quitamos nosotros mismos?

Esto es lo que me robó el silencio, un martes de mayo.

7 de mayo de 2012

Donde debemos estar.




Decidí perder de vista todo lo que podría haber observado. 

Ya habían pasado años y yo seguía en aquel lugar. Un lugar donde nunca había sido aceptada. 

Desde el principio, nadie me vio capaz. Desde luego aquel no era mi mundo, pero, ¿Por qué no iba a aprender a vivir como ellos? ¿Por qué por el hecho de venir de otro lugar no iba a saber respetar su forma de vida? Me odiaban. Sabían lo que mi raza hacía. Sabían que eramos seres subdesarrollados, aun con la capacidad de ser inmensamente más grandes que ellos. Sabían que teníamos el poder para destruir su mundo en cualquier momento, pero eramos demasiado ciegos como para siquiera saber que existía. 
Me consideraban una más de esos, una más de ellos, una tonta, una ciega, cruel, mentirosa, hipocrita, destructora. Como un gigante de 5 metros sin cerebro que destruye todo a su alrededor al menor movimiento, sin ser consciente. 
Siempre me mantendrían lejos de sus costumbres. 

Y a pesar de todo, yo siempre sentí que mi alma pertenecía a aquel lugar mucho más que a mi mundo. Que aunque me despreciaran, aunque no confiaran en mi, aunque me vieran como un bicho raro, había un trozo de todo aquello en mi. Un trozo de mi en todo aquello. 

Tal vez las ganas, la ilusión y el luchar porque todo saliera bien. Por sentir que algún día formaría parte de aquella gran familia.Tal vez el hacer por aquel lugar, lo que nunca había hecho donde había nacido. Por querer a cada una de aquellas personas, millones de veces más de lo que podría haber querido a alguien de mi raza, a alguien de mi propia familia. 
Para mi, ellos eran mi familia.

Y no me importaba si Tara huía de mi con sus gritos histéricos cada vez que algo me salía un poco mal y creía que lo iba a destrozar todo. No me importaba que Jane me echara de la aldea y me hiciera pasar frío lejos de las cabañas de fuego. No me importaba siquiera que Jacob agachara la mirada con decepción cada vez que recordaba, muy a su pesar, que yo no pertenecía a ese lugar.
No me importaba nada de eso.

Solo miré a mi alrededor, respiré hondo, sonreí, y sentí que el pecho se me inundaba de felicidad. 
Sentí las pequeñas piedrecitas escurrirse entre mis dedos al coger un puñado de arena. De esa arena que no había en mi mundo. O tal vez que yo amaba demasiado en aquel como para poder encontrarle algún parecido. 
No me importaba lo difícil que fuera. Allí era donde debía estar. Allí era donde quería estar. Allí estaría. Y pondría todo mi esfuerzo. Pondría toda mi vida, para ser uno de ellos. 

Miré hacia el cielo, con la sonrisa en el rostro aún, y pude ver la sombra de un dragón sobrevolando mi cabeza, en dirección a Kazul. 
Volaría por encima de las cabañas, de la granja de Jane, del mercado que para mi eran inmenso, de la pequeña finca de Tara y de todas sus colillas de cigarrillos con olor a vainilla, el cuartel de Jacob, el hospital y el lago. Y todo en apenas unos minutos. 
Mientras, todos alzarían la vista al cielo, los más pequeños señalarían al dragón plateado y sonreirían imaginándo su futuro a lomos de este. 
Entre tanto, yo seguiría ansiando aquel futuro. Yo seguiría dispuesta a dar lo que fuera por estar unida a todos los habitantes de aquel pequeño poblado por el mismo destino. 
Ellos no tenían que hacer nada por demostrar que lo merecían, ellos ya habían nacido allí, ellos acabarían a lomos de aquel dragón, o cualquier otro. Ellos volarían lejos y volverían con cientos de medallas. Ellos aprenderían a usar la magia y serían entrenados por quienes yo no tenía derecho a ver siquiera personalmente. 

Pero, ¿Qué importaba? Yo allí era feliz. Prefería luchar, darlo todo, por algo que tal vez fuera imposible, que no luchar y tener todo sin quererlo. 
Yo allí era feliz.

-Kay, estás donde debes estar- Me susurré con una sonrisa. 

Esto es lo que me robó el silencio, lejos.