8 de mayo de 2012

Me niego a creer su realidad.



Que las cosas tienen la importancia que les damos. 
Y que me llamen ilusa, inconsciente, tonta, estúpida, equivocada. 
Sigo y seguiré pensando que prefiero una noche mirando las estrellas a un millón de euros.


No entiendo esta maldita crisis. No entiendo el porqué la gente muere de hambre. No entiendo el porqué se pelean en público con un trozo de papel arrugado, mientras todos desde sus casas los ven en una estúpida caja que solo emite berridos e imágenes obscenas. 


Realmente, no lo entiendo.


No sé porqué necesitamos cambiarlo todo por cobre y papel, si cobre y papel lo podemos encontrar casi en cualquier sitio. 
Si lo bonito de la vida es sorprendernos cada vez más con el paso del tiempo. Es vivir en lo impredecible. 


No soporto pensar que me pasaré la vida trabajando por cobre y papel. Realmente, no lo soporto. 
Para quienes dicen "¿Prefieres vivir debajo de un puente sin saber cuando vas a poder comer?" Les respondo sinceramente: 
Prefiero que mi preocupación sea encontrar comida en un día de hambre, a que sea saber la vida de gente de la televisión. 


Nos han engañado. Vivimos engañados. 
Nos han hecho creer que necesitamos trabajar para conseguir dinero que intercambiar por una vida "más cómoda".
No necesitamos un maldito trabajo. Necesitamos buscarnos la vida. Necesitamos vivir. 
Vivir es disfrutar de lo que tenemos, de lo que la naturaleza nos ha dado, de la relación con nuestra gente, de libros, de pelis, de cielos estrellados, despejados o lluviosos, de conversaciones, de risas y del tiempo. No vivimos para trabajar de lunes a domingo y tener apenas un par de horas, en la cena, para compartirla con nuestros seres queridos o para nuestro ocio. 
No nacimos para eso. 
Al menos yo quiero pensar que no nací para eso. 


Es posible, que mi vida acabe mucho antes que las de los que viven trabajando 12 horas al día y tienen para comprar pavo y langosta en navidad. Es posible, que yo, dentro de unos años, pase hambre. Pero yo me niego a seguir esa vida. Yo me niego a perder toda mi vida trabajando porque la sociedad dice que es lo correcto. 
Sí, todo cuesta un esfuerzo, pero yo no me quiero creer que 240 horas de perdida de tiempo merezcan la pena por un par de trozos de papel arrugado. 
Yo no pienso hacer las cosas "como se deben" y desperdiciar mi tiempo y todo lo demás, cuando podría estar siendo feliz, sin llevar esa vida rutinaria, cutre y falsa, completamente falsa, que nos hacen creer que es la buena. 


La vida es lo único que tenemos y no nos puede quitar nadie. ¿Por qué nos la quitamos nosotros mismos?

Esto es lo que me robó el silencio, un martes de mayo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario