30 de noviembre de 2012

¿Resucitamos ya? -Insomnio. Toma 3.-


Deja que esto nos ahogue. Que llegue hasta los pulmones. Que llegue hasta el alma. 
Solo seremos conscientes cuando perdamos la conciencia. 
Solo seremos libres cuando terminemos de atarnos y estas cuerdas sean hogar. 
Deja que esto nos rompa. Que llegue hasta el corazón. Que llegue hasta el alma. 
Solo seremos nosotros cuando nos perdamos. 
Solo existiremos cuando no creamos. 

Eso de tocar fondo para coger impulso. Justo eso. 

Deja que esto sea nuestro. Aunque sea nuevo. 
Deja que escueza, que duela, que arañe, que dé miedo. 
No apartes la mirada y sé valiente. 
Deja que esto nos ahogue. 

Y algún día seremos fuertes. 
Ya somos fuertes. 
Algún día seremos nosotros. De verdad. 

Deja que esto nos moldee aunque sea a golpes. 

29 de noviembre de 2012

Ella.



Nunca la vi tan lejos. 
Sus heridas dejaron de ser románticas y su sonrisa histérica había desaparecido. 
Ya no olía a vainilla y su cabello rubio no parecía una catarata dorada, si no, más bien, una cortina de paja. 
El humo de cada cigarrillo ya no salía de su boca con la misma elegancia que lo había hecho desde el primer día. Escapaba rápidamente a través de sus labios como si huyeran de un ente demasiado triste. Formaba una linea recta que desaparecía en apenas un segundo. 
Aquel humo ya no bailaba un vals a su alrededor. 
Sus escasas risas, además de fingidas, eran casi suspiros. 
El sauce lloraba menos que ella. Pero eso nadie lo sabía. 

Tal vez era una más de sus rarezas. Tal vez se cansó de ser caóticamente feliz. Tal vez nunca fue feliz y lo acababa de descubrir. 

Nunca nadie la entendió y quizá aquello de sobrevivir la agotó. Pero yo no pensaba eso. 

Ella jamás se rendiría. A Ella no le importaba si el resto la entendía. Ella no dejaría de ser ella. 
Le gustaban sus heridas y curárselas cada día. 
Le gustaba fumar lentamente proyectando bailes con el humo. 
Le gustaba ese perfume horrible con olor a vainilla y canturrear dando saltos con una sonrisa absurda en el rostro. 
Ella jamás se rendiría. 

Simplemente, ella, no era Ella. 

Querido silencio, estaba recordando a Tara. 

Hoy sé quién soy.


Era el momento de escribir algo un poco más personal. 
Dejarme de metáforas, de historias, de intentos de historias y pararme a pensar qué soy, porqué y desde cuándo. 

¿Quién me mandaría a mi ponerme a leer entradas antiguas? 

Ahora tengo bastante más claro quién soy. 
Sigo teniendo ansiedad, odio, rencor, debilidad, frustración, decepción, tristeza, pero en menor medida y sabiendo amarlo en cierto modo. 
Controlo la ansiedad y sé que el odio no es tan malo. Poco hay que lo diferencie del amor que tanto adoran.
El rencor me lo guardo, al menos de momento. 
A la debilidad solo le dirijo la palabra cuando necesito descansar. 
La frustración (Así como la decepción) tampoco es tan mala. Me da inspiración y me hace ser mucho más realista. Conocer este mundo de mierda. Saber que, pase lo que pase, yo no puedo cambiar nada, pero este caos tiene su encanto. 
La tristeza es arte. 

Ya no intento encajar. Tal vez ya lo he hecho.

Solo sé que sigo siendo yo, con algo más de autocontrol, sabiendo quién soy, orgullosa, sin querer cambiarlo y viviendo de este modo en este mundo, el cual, sigo odiando, pero he aprendido a apreciar aunque sea por lo peor que tiene. 

Me parece curioso y digno de mención que hayan personas que digan que no puedo ser feliz de este modo. Que siempre me quejo, que siempre escribo sobre la tristeza, el caos, el desequilibrio. Ellos no tienen ni idea. 
No se paran a pensar que tal vez yo tengo que aprender a vivir de esta manera, que tal vez a mi me guste todo eso, que tal vez a mi solo me pueda hacer feliz vivir en medio de este caos emocional que para mi es arte. 

Y es que lo cierto, es que, si algo me ha enseñado el tiempo, es que yo no puedo cambiar, ni quiero, ni debo. Que yo no debo encajar siendo como ellos, ni quiero, ni debo. Tengo que ser yo y aprender a apreciarme a mi y al resto del mundo en el que no tengo más remedio que vivir. 

Y, sinceramente, sí, soy feliz.

Esto es lo que me robó el silencio, por si se me olvida.

28 de noviembre de 2012

Para siempre.


Sus miradas se cruzaron. Se comieron. 
5 metros. 
En un tímpano rebotaba el sonido de un piano, en el otro, el de una guitarra eléctrica. 
Sonreían. Se comían. 

Se acercaron, hablaron durante horas, el tiempo ya no pasaba, pasaba muy rápido, se abrazaron, se besaron, se arroparon, se escucharon y vivieron. 
Se casaron, compartieron futuro, cama y muerte.

Sus miradas se cruzaron. Se comieron.
7 metros. 
En un tímpano rebotaba el sonido del viento, en el otro, un saxofón. 
Sonreían. 
Se pensaban. 
Se olvidaban.

El autobús paró frente a ella y la compañía paró frente a él. 

12 metros. 

Tal vez otro día se encontraran a mucho menos. Pero ya se habían olvidado. 

A ciegas.


Que no somos sospecha, que somos certeza. 
Y así ya no volamos, ¿Te acuerdas? 
¿Dónde está el interruptor? A ciegas.
Caímos hacia arriba, como siempre. 
Sí, a ciegas. 
Caímos guardando las formas.
Caímos guardando secretos. 
¿Dónde está el interruptor? Mierda. 
Vale, lo siento, esta vez no. 
Tal vez me equivoco, ¿Qué saben las madrugadas? 
Las cuerdas bien atadas, y nosotros bien locos. 
Siempre así de mal, con esta sonrisa rota. 
Que venga el peor rescate, que nos saque a flote. 
Que venga el peor de todos, con promesas y esas cosas.
Que sepa curarnos bien y darnos la oscuridad justa.
Que entienda de soledad y del amor a la lucha.
Que no nos busque demasiado.
Que no nos guste.
Asusta.

27 de noviembre de 2012

Ganas de huir. -Insomnio. Toma 2-


Huir de todo lo que controlo demasiado. Querido insomnio. 

Vivir eso que vivieron tantos personajes de mis libros y textos. Huir. 

Deshacerme del ancla. 
Y bueno. 

Tantas veces lo intento. Encajar en este mundo. Tantas veces lo he intentado y no ha querido funcionar. Y me he avergonzado. ¿Cómo puedo intentar encajar en un mundo que odio? Me resulta tan patético, ridículo y absurdo... 
Pero huiría. 
Sin el ancla huiría lejos. 

Saldría con lo puesto y cogería el tren de madrugada más barato al lugar más oscuro. 
Pasaría el viaje mirando las estrellas y pensando dónde encontraría un hotel, un puente o un banco en el que me pudiera permitir pasar el final de la noche. 
Al amanecer saldría y hablaría con esos desconocidos que aun no me han dado motivos para odiarlos. 
Oiría voces que nunca oí, vería caras que nunca vi e imaginaría que estoy en un mundo completamente distinto. En una vida completamente distinta y que nada más existe. 
No tendría rencor. Los recuerdos formarían parte de una vida que ya no sería la mía.
El pasado ya no pesaría y mi maleta aún menos. 
¿Por qué no? 
Encontraría un trabajo estúpido que podría llegar a gustarme y viviría rodeada de libros, folios, tinta, películas, chocolate, series, palomitas, helado, llantos, soledad, tristeza, amores platónicos, sueños, imaginación, felicidad, euforia, estupidez. 

Sería capaz de empezar de cero si pudiera hacerme a la idea de que todo lo que tengo ahora no existe ni ha existido jamás.
Podría huir lejos y vivir sin necesitar.

Pero claro, echaría de menos mi ancla. ¿Qué soy yo sin mi ancla? No, que va. 

26 de noviembre de 2012

En fin. - Insomnio. Toma 1.-



Mi problema es volver a estar deshojando madrugadas. O en ellas. O algo. 
También lo bueno de todo esto. 

Yo solo sabía, y sé, que quería, y quiero, ser arte y que me dan miedo las alturas. Y vaya. 
Yo solo sabía, y sé, que no me conocía, ni me conozco, y será por eso que aquí me quedo. En este bucle. 

Echar de menos ser la musa que más odias. 
Echar de más esta noria y este empacho de realidad. 

Y en fin. Que ni yo me entiendo y cada vez importa menos. 

¿Lo bueno? Que durante el insomnio todo encaja. Así que. 

La inspiración que solo llega cuando nadie quiere saber de poemas. 
La magia que solo brilla cuando el mundo pide realidad. 
¿Por qué iba a querer alguien realidad? En fin. 

20 de noviembre de 2012

En una madrugada cualquiera.



Nos colamos por las rendijas de aquella madrugada. 
Reptamos bajo las puertas medio abiertas con una risa reprimida. Una sonrisa en los labios. 
Fuimos siempre como dos reclusos, pájaros sin alas, jaulas sin puerta, amor sin odio. 
Nos faltó siempre el empujón del enemigo para regalarle la confianza al barranco. 

Atravesamos las ventanas cerradas, casi sin hacer ruido y dormimos en aquel colchón que crujía demasiado como para pasar desapercibidos. 

Fuimos siempre como dos niños castigados. Como dos niños sin caramelos, sin juguetes y sin un solo capricho. Como sentarnos en la silla de llorar a tragar nudos en la garganta. A intentarlo. 

Pero aquella noche fue distinto. 

Las pupilas brillaron y algo rozó algo. Piel con piel. Aire con aire. Alma con alma. Corazón con vacío. 
Algo palpitó y sentimos la utopía. Y sonreímos con una mueca. Sonreímos sin saber sonreír. 
Algo vibró, algo gritó, algo se silenció, algo cambió, algo volvió a su lugar, algo se encajó y algo se descolgó. 

No volvieron a haber corbatas bien puestas, ni apuntes organizados. 
No volvieron a escucharse reprimendas ni la palabra "Responsabilidad". "Orden". 
No volvió a haber insomnio involuntario ni despertadores. Ni pájaros sin alas ni jaulas sin puerta ni amor sin odio. 
Y era todo lo que necesitábamos. 

Y es todo lo que necesitamos. 

Esto es lo que me robó el silencio. Noviembre.