30 de mayo de 2012

No importa.


Supongo que acabo de subir la escalera de caracol, entera y corriendo. 
Se acabó eso de subir los escalones de uno en uno. 
Se acabó eso de intentar hacer poesía con el pensamiento. 
Se acabó la última oportunidad, el esperar, el estar. 
Se acabó. Que es lo que más duele. 


Doy una calada al momento que nos rompe. Y duele. 
Supongo que hasta que vuelva a perder otro de los trozos de mi alma, cada calada será tuya. 
Supongo que hasta que vuelva a perderme, seré tuya. 


No sé por dónde terminar. Siempre es lo mismo. Ya no merece la pena. 
Lloraré, odiaré, me odiaré, te lloraré e intentaré que todo cambie para que, finalmente, la distancia acabe con todo. 
Si las promesas no existen. Y si tanto me lo repito, no sé porqué sigo confiando. 


Sé que nunca soy suficiente, o tal vez demasiado yo. Y a veces quisiera ser capaz de fingir mejor. Diría cambiar, pero es imposible que a estas alturas yo cambie. 


Vacío.


Me rindo. 

Esto es lo que me robó el silencio, a la tercera muerte.

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