13 de agosto de 2012

Antes alma que corazón, ¿Sabes?




Miró hacia quién sabe dónde. 
Ausente, como siempre. 
Era lo que siempre quise ser, aunque yo nunca lo supe. 

Irradiaba paz. Oscuridad. 
Sus ojos negros y su pelo, del mismo color, pero extrañamente más brillante. Sus ojeras. Su invisible equipaje de cien toneladas. 
Era lo que siempre quise ser, aunque yo nunca lo supe. 

Fingía exageradamente bien. 
A veces fingía no saber hacerlo. 


Soñaba con que el mundo estallara y sus pedazos se clavaran en el oxígeno que respiraba. Sobreviviendo con desgana. 
Esperaba, con una sonrisa imperfecta, un rescate a la otra orilla de su charco favorito. Unos irrespetuosos rescatadores. De esos que nunca sabrían como tratarla y, finalmente, optarían por devolverla a su charco, haciéndola nadar hacia la orilla, para esperar de nuevo. 

Creaba gritos de auxilio con caladas silenciosas y se autodestruía con sus propios suspiros. 

Y ni lo sabía.

Quizá nunca miró a ninguna parte. Esos puntos fijos se movían con la misma frecuencia que su orgullo anclado. 
Quizá se mareó y no lo demostró.
Quizá esos escalofríos eran señales que interpretó mal, mientras miraba a su punto fijo favorito: El fondo. 

Esto es lo que me robó el silencio en una mirada.

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