3 de agosto de 2012

No sé por qué lo hago.


Podría hablar de salud física, pero sería absurdo. 
Sería absurdo nombrar los 39º de fiebre y los inmensos dolores de cabeza. Vomitar hasta sangrar. Los dolores de estómago, los moratones de haberte caido o golpeado en momentos que no recuerdas. Sería absurdo. No merece la pena. 
Importa mucho más lo que no se ve. 


Todo empieza infinitamente bien. 
Piensas, "¿Cómo no pude darme cuenta antes de que esta esa la forma perfecta de vivir?". Todo es increíble. 
Ellos te entienden, tú los entiendes, y el mundo y su distorsión te hacen sonreir. 
Algunos te dicen que no es la forma, que vas por mal camino, que no puedes estar bien, pero, ¿Son imbéciles? ¿Acaso no sabes tú cómo estás? Sonriendo. Dices que eres feliz. Esos momentos, no son comparables a ningun otro sin mierda en las venas. 
El suave dolor del sufrimiento compensado con la ignorancia de la ceguera.
Puedes ser tú realmente. 
Si les gusta, demostrarán que te comprenden. Si no les gusta, lo achacarán a la cantidad de alcohol que llevas dentro y te mimarán, te cuidarán y... Demostrarán que te comprenden. 
Te acompañarán a casa cuando no puedas mantenerte en pie, aunque conserves esa sonrisa en tu cara, y te arroparán y te dirán "Anda, mañana nos vemos" con todo el cariño del mundo. 
¿Qué puede tener de malo buscar la felicidad? 


Pasan las semanas, y todo sigue siendo perfecto, ya son todos los días en los que buscas esa nube que te eleva y en la que "Eres tú mismo". En la que nadie te critica, incluso suben contigo y comparten sus pesares y vivencias que no compartirían con ninguna otra persona por miedo a ser rechazados. 


Pasan los meses y todo sigue perfecto, ya son todos los días en los que buscas esa nube negra que te eleva en la que eres aquello en lo que te has convertido. 
Te das cuenta de que esa persona eres tú. De que tu felicidad está en esas botellas. Tu felicidad está en cristal, hundida, al fondo, y tú tienes que vaciar la botella y evitar que se ahogue. Sacarla a flote es imposible, pero siempre la puedes rescatar a tiempo. 


Y entonces te das cuenta. 


De nuevo: Eso es lo que eres. 


No puedes ser feliz de otro modo. 
Intentas salir y evitar el vidrio, en todos los sentidos. Eres lo que siempre odiaste, y te consideras feliz. 
Te planteas si tal vez estabas equivocado. Si tal vez, todo el dinero que gastaste en libros, en regalos para gente que no lo merecían, en viajes, en películas, no lo debiste haber gastado en rescatar mil veces más a tu felicidad. Si hubieras gastado todo ese dinero en botellas, ahora no tendrías que pedir prestado o robar a tu familia. Ahora no pedirías que te inviten, con tu sonrisa más deslumbrante. 


Y les caes bien. Siguen viendote "tal y como eres", tal y como te has creado. Eso es lo que eres para ellos: La persona más simpática del mundo, el único que los comprende, el único que se comprende (Aunque solo sea aparentemente), el que bebe hasta morir, para resucitar al día siguiente, y se mantiene. 


Y entonces, llega el momento. 
Miras atrás y te preguntas "¿Realmente era feliz antes de todo esto?" No lo quieres creer. Además, toda la gente que conoces ahora, los que han quedado, han estado contigo en esos momentos, ¿Qué harías con ellos si no fuera beber y destrozarte? Pero, antes no eras eso. Puede que hayas evolucionado. Pero ahora quieres comprobarlo. 
Vuelves a evitar el vidrio, esta vez con ganas. 
Alrededor todos siguen con la vida que dejaste en pausa, los ves sonreir, intentas mantener una conversación, y no sabes por dónde empezar. Te invitan, lo rechazas. Empiezan a hablar de cosas en las que solo intenvendrías si hubieras aceptado ese trago. Te invitan, lo rechazas. Ellos te miran raro, creen que ese no eres tú. Te sientes mal, todo se derrumba, ¿Por qué no puedes ser el mismo que cuando bebes? ¿Acaso no eres fuerte? ¿Acaso no vales tanto? ¿Eres como ellos? Te diré una cosa: No eres como ellos. 


Ellos nunca lo hicieron por encajar, ellos ya encajaron hace mucho. Ellos aprendieron a vivir hace mucho. 


Y te das cuenta de lo triste que es tu situación, ni encajas, ni te sientes mejor siendo fuerte solo siguiendo sus pasos. 
Te odias, a muerte. Piensas "¿Cómo llegué hasta aquí? ¿Qué hago ahora?" Fácil: Te invitan, lo aceptas. 
Y vuelves a ser quien eres. Se les ha borrado la decepción del rostro. Ahora te conocen. El único problema, es que, el que no se conoce eres tú. 


Piensas, tal vez demasiado, lo suficiente como para poder mantener 10 conversaciones a la vez, creer que los entiendes. Lo suficiente como para entender que no eres tú, y tampoco lo que quieres ser, y tampoco lo que te hace feliz, y tampoco lo que odias. Solo das pena.  

Lloras, piensas en suicidarte. Ellos piensan que no es para tanto, solo estás borracho, pero tú lo sientes, sabes que has roto todo. Sabes que, sin beber, ya no puedes pensar como te gustaría, y si bebes, piensas más de lo que deberías. 
Te odias. 


Ya solo bebes para odiarte con excusa. 
Sería muy triste sentirte tan vacío sin tener a qué echarle la culpa. 


Bebes más que nunca, y eso ya no te hace feliz, pero te hace olvidar la felicidad. 
Rompes la botella con tu felicidad dentro y adoras el vidrio. 
"Es tan bonito intoxicarse..." 
Es romántico. 


Que esos que estaban siempre no puedan contigo y decidan dejarte solo y entonces piensas "No es posible, pensaba que nunca lo harían. Sabía que nunca lo harían. Son mis amigos antes que mis compañeros de copas" 


Bebes más que nunca y te ries de la felicidad. 
"Que le jodan, es más bonito odiarse, odiarnos, odiarlos" 


Y te quedas solo. Ellos se rindieron. 
Te preguntas cómo pueden ser felices haciendo lo mismo que haces tú, cómo siguen emborrachándose y divirtiéndose, ¿No se dan cuenta de que están solos? ¿No se dan cuenta de que, en el momento en que se pongan tristes, o pasen por una mala racha, los abandonarán? Pero ellos no son como tú. 
Ellos no tienen malas rachas. En sus preocupaciones, el odio no es la más importante. Ellos no tienen ni puta idea. 


Recuerdas cuando podías ser feliz sin eso, y piensas de nuevo "Tal vez me engañaba". Tanto como con cada trago que dabas. 
Te hundes, más que nunca, sin remedio, los odias por no estar, te odias por confiar en ellos, en ti, por creer que eso iba a solucionar algo. 
Nada se arregló, se quedó guardado para las resacas.


Y eso eres tú: Un desastre. 


Ahora sí tienes que ser fuerte, no te queda otra. Estás solo. 
Aparecen algunos a los que le cuentas tu historia y dicen que te entienden, pero tú sabes que no. Que nunca sabrán lo que has llegado a sentir. 
Nunca. 


¿Cómo vas a recuperarte de esto? Ha sido absurdo, te has destrozado creyéndo en una falsa felicidad. 
Eso que se hundía en el fondo, solo era un chupito. 


Los de verdad se fueron, decepcionados. Los de mentira, se fueron, porque dejaste de estar ciego a pesar de ver borroso. Y los de ahora... En esos no puedes confiar. 


¿Cómo vas a recuperarte de esto? Ha sido absurdo. Te has destrozado. 

Esto es lo que me robó el silencio, con razón.

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