9 de octubre de 2012

Joder, te das cuenta.


Y entonces ocurre, te das cuenta. 
Y entonces ocurre, te das cuenta. 
Y entonces ocurre, te das cuenta.
Te das cuenta, joder, te das cuenta. 
Al final no ha servido para nada. 

No importa si te sentiste especial, o una más. No importa si tenías sueños o vivías viendo la vida pasar. No importa si has luchado, si has sentido, si has amado, si has odiado, si te has odiado, si has olvidado o pasado la vida recordando. No importa. Esto es lo que te queda. 
No dependes de nadie, nadie depende de ti. Y, por mucho que digan, lo malo llega cuando tu felicidad depende solo de ti mismo, cuando no puedes echar las culpas a nadie cuando todo va mal. 

Esperas una llamada que no llega, un mensaje. Esperas una sonrisa, una palabra, una señal, esperas que Dios baje del cielo y te diga que eres alguien. 
Esperas recoger los frutos de lo que sembraste. 
Esperas que se pudra lo que no quieres. 
Esperas, esperas, esperas, y nada. 

Y entonces ocurre, te das cuenta. 

Aquí no hay nada. 
No eres especial, no eres una más, tus sueños no se cumplirán, la vida pasará y acabará cuando menos te lo esperes. ¿Luchar? ¿A eso lo has llamado luchar? ¿Amar? No sabes lo que es eso. Ni el odio. El olvido no existe. Esto es lo que te queda. 

No podrías depender de nadie ni podrías hacer que nadie dependiera de ti. 

Tu vida no es más que una sucesión de cosas absurdas que pasan bailando ante ti con un cartelito que señala que son importantes. Y tú intentas creerlo. Pero no. 

Ni lecciones, ni experiencias, ni motivos, ni esperanza, ni sueños, ni 'ser'. 


Esto es lo que me robó el silencio, solo un martes. Solo un martes.

No hay comentarios:

Publicar un comentario