17 de abril de 2012

Nunca escuches a la muerte, siempre intentará separarnos.

El tiempo rodaba por mis arterias. Tan antiguo como
cuando nació, con sus arrugas y ojeras, con su falso
brillo de esperanza.

Me encontraba boca abajo en mi cama, esforzandome por
poder respirar con la nariz pegada a la almohada que
una noche llamé Elisa.
Cansado, más bien harto, más no rendido. Era mi culpa
no luchar por mis sueños, era culpa mía si no sabía coger rosas sin pincharme con sus espinas.
Deseaba dormir para siempre, y no me refería a morir.Me dí la vuelta y miré al techo el tiempo necesario para recuperar el aire que les faltaba a mis pulmones.Veinte minutos despues, andaba calle abajo con las manos en los bolsillos, sin saber bien que pensar.Hacía ya tres años que soñaba con esa chica, alguien que nunca había visto en este mundo. Elisa.
Tal vez amé más mis sueños que mi vida real, pero, los sueños eran tan reales y mi vida se parecía tanto a una pesadilla...
Me pasaba durmiendo tanto tiempo como mi cuerpo me
permitía, para poder ver a Elisa.
Siempre aparecíamos en un banco, los dos sentados, en medio de la nada, pero no parecía un sueño, su cabello castaño y rizado era real, el brillo de este también, sus ojos marrones y perfectos, esa graciosa nariz y esos finos labios que tanto me gustaban...era real, no podía ser de otra manera.
Cada día hablabamos de algo nuevo y cada vez que soñaba con ella y aparecía en ese banco, me saludaba con un amistoso "Por fin nos vemos"
Tal vez mis padres estuvieran algo preocupados por mi. Alguien de 18 cortos años no podía estar cansado todo el día. Pero,¿Acaso debía hablarles de Elisa? Me tomarían por loco.
Tal vez hubiera perdido la cordura hace tiempo. 3 años para ser exactos, pero, si así era, me gustaba haberla perdido y no la buscaría ni le pediría que volviera.
Me senté en un banco cercano y apoyé la cabeza en el respaldo hasta sentir como mi nuca tocaba la rugosa madera. Cerré los ojos.
-Eres joven para estar loco- Miré a mi izquierda, con un extraño desinterés. Alguién había leido mis pensamientos.Un chico que aparentaba, a simple vista, mi edad, pero su mirada le sumaba un siglo más, me miraba fijamente con una triste sonrisa en el rostro.
-¿Qué es la muerte si no un sueño eterno?- Sonrió con orgullo. Todo se volvió oscuro.

El tiempo rodaba por mis arterias. Tan antiguo como cuando nació, con sus arrugas y ojeras, con su falso brillo de esperanza.

Me encontraba boca abajo en mi cama, esforzandome por poder respirar con la nariz pegada a la almohada que una noche llamé Elisa.
Me levanté de la cama, mareado, tal vez debí pararme a coger aire. La casa estaba desierta, como todos los sábados por la mañana. Corrí al salón y me asomé al balcón. "¿Qué es la muerte, si no un sueño eterno?"
Sentí el calor de una lágrima en mi mejilla. Puede que acudiera a la llamada del miedo, o a la de la locura, tal vez viniera buscando la felicidad que buscan todas las lágrimas y que yo, como una más en este mar de lágrimas que es la tierra, buscaba junto a Elisa.
No importaba a que bando perteneciera, lo importante es que venía conmigo.
No conté los seis pisos que ya no estaban bajo mis pies. Más bien las seis últimas sonrisas que ella me dedicó. No sentí dolor alguno y el único golpe que sentí fue el último latido de mi corazón. "Nunca escuches a la muerte, siempre intentará separarnos" Se oyó en mi cabeza.

No volví a soñar con ella.


Esto es lo que me robó el silencio, allá por 2010.

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