8 de julio de 2014

T.


Le dijeron que tenía que dejar de soñar, que los sueños se la estaban comiendo por dentro como termitas y ella solo sentía cosquillas. 

''Que me envenenen si quieren, que se lleven mi vida, que se lleven a todos los que me rodean, que me conviertan en una inconsciente adicta a los cigarrillos y el perfume de vainilla, que me arrastren al infierno y me ensucien el vestido y que me quemen viva. Que así se cierran las heridas.'' 

Inconsciente, resentida, y aunque no lo sabe, tiene miedo. 
No entiende de intentos, de soplar velas ni de versos. Ella tampoco rima. Lee. Lee. Renace y muere. 

"¿Sacarme de una jaula para encerrarme en otra? Ninguna será condena si me quedo yo. 
Mientras no borren mis garabatos, lo que para mi son cuentos. Mientras no me quiten el humo, la muerte ni el dolor. Mientras no me prohíban romperme en pedazos, ni romper el mundo entero con una sonrisa en la que nadie se va a fijar. Mientras no me quiten las heridas, ni los sueños, ni mucho menos las pesadillas. El dolor."

Pero ella es el dolor, y sin darse cuenta infecta, se infecta y contagia. Escuece tanto que es imposible rozarla. 
¿Que nadie se fija en esa sonrisa? Si supieras la de espejos que ha roto. Si supieras que eres eso que todos desean y temen a la vez. El fruto prohibido. Tú, que odias a Eva. 
Pero qué sabes, inconsciente. Vas bailando sobre el suelo, casi flotando, destrozando el mundo, destrozándolos, y no entiendes de ser normal. Confundes volar con caer al vacío. Confundes abrir heridas con ser real, soñar con vivir y morir con amar. 

Y es normal que seas manzana, que seas sueño y realidad, 
que seas dolor, humo, vainilla, sal, ginebra y mar. 
Que seas viento y vendabal, 
que aprendieras a bailar 
que pisaras la ilusión y rieras sin parar.
Y es normal que odies todo, que desees contagiar,
que conserves la esperanza, pero no quieras parar
que saltes y te suicides, que arrolles trenes y no los cojas. 
Eres rosa, tú, con espinas, marchita y roja. 


No hay comentarios:

Publicar un comentario