11 de agosto de 2011

No quiero jugar más.


Nunca me sentí tan libre, como jugando contigo a ser una niña inocente, sin maldad, que solo sonríe por estar a tu lado, sin pedir nada a cambio y dándolo todo, sin embargo.
Nunca me sentí tan fuerte, como haciéndote feliz, como cuando me mirabas y decías que era gracias a mi. Cuando te ayudaba y te daba solución a todo, sintiéndome idiota, pero realizada.
Algo que creía que duraría eternamente. Nuestro juego, nuestra diversión. Llorar porque siempre me llevabas ventaja, y reír porque, a pesar de todo, seguías jugando conmigo.
Pero lo que no sabía es que no eramos dos jugadores, que yo era tu juguete y tú un profesional en cada partida. Que yo estaba jugando a un juego amañado, en el que nunca jamás ganaría, en el que me harías creer lo contrario, para debilitar mis defensas, para que me acabase quedando atrás sola, pero que nunca ganaría.
Después del abrazo, nunca vendría un beso. Después de un beso, siempre vendría un "lo siento". Después de cada despedida, nunca mirabas atrás. Y tras cada promesa, venía una sonrisa que me hacía creer, que era verdad. Pero nunca se cumplieron las promesas. Creía que la palabra "Siempre" volvía a ganar significado para mi, cuando realmente, eso ya era un imposible.

Y ahora, dices que me dejas ganar, que quieres acabar esta partida, en la que llevo esforzándome al máximo tanto tiempo, por la que no como ni duermo, por la que vivo, solo por ganarte, o al menos quedar en un empate. Pero tantas veces creí que ganaría que ya no confío en que me dejes hacerlo. Solo es otra mentira, solo es una estrategia más, para acabar dejándome sola, ante un tablero vacío, gigantesco y enrevesado como un laberinto, como un rompecabezas imposible. Solo es otro truco, para hacerme perder tiempo, fuerzas y orgullo por el camino.

Yo ya no quiero jugar más.


Esto es lo que me robó el silencio, rindiendome.

No hay comentarios:

Publicar un comentario