27 de agosto de 2011

Que frío, coño.


Este cansancio, esta rutina, el saber lo que sienten y a la vez darse cuenta de que sabes tan poco.
Que te digan "no sabes lo que es eso" y pensar que lo sabes de sobra, y pensar que no puedes explicarlo, ni arreglarlo, ni dar soluciones, porque no las hay.
Que frío ver como pasan, como se quedan con un trozo de ti, mientras tú, dispuesta a dar más y más trozos hasta que se sacien y no necesiten nada, te acabas quedando con tan poco.
Mirar las estrellas incluso cuando no las hay, y acordarte de que aún quieres que esté alguien a tu lado.
Que frío para ser agosto en Sevilla.
Y todo va demasiado bien, ¿No? Ahora sabemos más, y odiamos esa nostalgia. Odiamos recordar lo mucho que la cagamos y odiamos incluso el saber que no volveremos a cometer esos errores que tanto nos marcaron. Hasta el punto de ser nuestro presente, futuro y el pasado... eso ya no existe.
Saber que todo es perfecto porque no hay nada que perder, ya que tampoco ganamos nada en todas esas batallas. Solo la conciencia, los miedos y heridas que al cerrarse se convierten en cicatrices, y eso no desaparece.

Que frío hace en la azotea a estas horas, y eso que es agosto en Sevilla.

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