19 de diciembre de 2011

Feliz navidad.

Bueno, navidad... Abrigos, bufandas, guantes, lucecitas de colores, turrón, regalos, amor e hipocresía.

Creo que este año me he dado cuenta de lo que realmente significa la navidad. De que me gustaba esa hipocresía más de lo que creía y de que los regalos de reyes son lo de menos.
Puede que sea por la misma nostalgia que no soy capaz de quitarmela de encima desde hace unos meses, pero, hay tantas cosas que echo de menos... Cosas que no voy a volver a tener...
Esperar en la puerta a que papá llegue del trabajo, después de dos semanas sin verle. Hacer viajes a Madrid todas las navidades de madrugada, que mis padres crean que estoy dormida y pasarme todo el camino mirando las estrellas. Coger libros viejos de casa de la abuela y pegarme horas leyendolos a escondidas, porque no me dejan cogerlos. Que mamá diga que nos quedemos en la habitación porque ha nevado y hace muchísimo frío fuera. No hacerle caso y salir a jugar con la nieve. Que me llamen para montar el arbol de navidad en familia y pelearme con mi hermano porque los dos queremos poner la estrella. Aplaudir al final de una película, aunque solo seamos 4 tontos. Hablar con mi padre de lo que entonces creía que era filosofía. Escribir durante horas, durante días, semanas, incluso meses y acabar dejando el libro a medias. Hablar con mi hermana sobre religión y con mi abuela sobre poesía. Escuchar "¿Sabes una cosa? Que te quiero más que a todas las niñas del mundo". Ponerle la "boina" a las bellotas de el arbol de casa de mis abuelos.
Echo de menos, pelar almendras con mi abuela. Jugar al dominó con mi abuelo. Hacer pulseras con mi madre y que mi padre me haga cosquillas. Echo de menos pelearme con mi hermano. El cariño que, al fin y al cabo, se les coge a los profesores del instituto, y a las bromas de los conserjes. Sacar al perro en invierno, con los cascos puestos y cantar a toda voz cuando llegamos a donde no nos oye nadie.
Pero por lo visto nada de eso va a volver a pasar. Ni vamos a tener fiesta en fin de año, en la que siempre algún niño llore porque se le ha metido espuma en un ojo. En la que todas mis tias van a abrazar a mi abuela cuando se comen la última uva, todos lloran y yo me pregunto por qué. No voy a volver a escribir un tema el último día del año por la tarde, para no olvidar los sucesos de el año que se acaba. Y me entristece. Sinceramente.

Todo lo que antes me parecía pesado, aburrido y pura rutina. Hipocresía y estupidez humana. Ahora me parece lo más bonito que podría pasarme estas navidades.
Que mi familia quisiera pasar las fiestas junta, como siempre. Ayudar con las compras de reyes y ser yo la que guarde el secreto de que mamá tiene un regalo para papá y papá tiene un regalo para mamá. Que me regalaran un buen libro viejo. Y haber puesto el arbol de navidad mientras escuchabamos villancicos (Cosa que siempre odié)

Pero bueno, lo que quiero decir con esto, es que hay pequeños placeres, cosas que vemos tan sumamente estúpidas y que no apreciamos y que son lo que realmente nos dan una felicidad increíble. Que la familia, hace más compañía de que la que creemos. Que, el estar con las personas a quienes más importas y que más te importan, es lo que, al final, te dibuja esa sonrisa que tanto te gusta. Que nada tiene tan poca importancia. Y que, mi infancia, al parecer ya pasó, que no puedo hacer cosas estúpidas, que ya no se me presenta la oportunidad de ilusionarme con cosas de crios. Pero lo voy a recordar siempre, como algo que me hizo realmente feliz.
Supongo que ya es hora de dar paso a otra etapa.

Esto es lo que me robó el silencio. De corazón, os deseo una muy feliz navidad.

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