29 de diciembre de 2011

Solo supe amar aquella inexistencia de humanidad.


Solo supe amar aquella inexistencia de humanidad.

Todo lo que no me relacionaba con ellos. Lo que me hacía sentir que tenía a mi especie lejos. Y no sé si inferior o superior, pero apartada, distinta, y lo único que me hacía sentir bien. Lo único que me hacía dibujar una sonrisa sincera.
Porque no lo soporto. Porque odio esta misantropía. Pero odio más a los humanos. Porque solo me siento yo cuando los desprecio a todos, cuando me fallais y me doy cuenta de que no sirvió de nada darlo todo por vosotros. Que os basais en mentiras, hipocresía, promesas que nunca se cumplen y sentimientos que no sabeis controlar.

Solo supe amar aquella inexistencia de humanidad.

Flotar en el aire, solo con mi ilusión, solo con la alegría que sientes en el pecho durante el primer instante de un ataque de euforia. Flotar en el aire.
Poder acariciar la piel menos humana del mundo. Mirar esos ojos ausentes. Esos ojos verdes. Sonreir ante cualquier estupido calificativo con el que me etiqueten por saber ser feliz sin ellos.
La brisa que siempre corría en aquel lugar. Las teclas de aquel piano. Olvidar que existe la ley de la gravedad. Olvidar que existe el odio, el miedo, la desconfianza, las promesas, las propias palabras. Para sentir, nunca necesitamos palabras.

Solo supe amar, aquella forma de leerme una mente que yo nunca comprendí. Aquella forma de dar una existencia real por mi. Solo supe amar, aquel gran imposible, que era soñar contigo, que era ser feliz a tu lado. Solo supe amar aquellos recuerdos, y solo pude ver mi alma en aquellos momentos.
Solo pude ver vuestras almas cuando dejé de ver la mia. Solo pude ver vuestras almas desde aquel momento.

Esto es lo que me robó el silencio. Inexistente.


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