14 de febrero de 2012

Te vuelvo a echar de menos.


Y de nuevo me pregunto si me escucharás. Claro que sí. Siempre lo haces.

Te mentiría si te dijera que las cosas van mal. Van demasiado bien, lo suficiente como para que las odiemos. Tanto que aún seguimos sin poder vernos.
Supongo que seguirás por ahí, en algún rincón, mirando al infinito, como te solía encontrar. Esperándome. Algún día volveré. Aunque no sea en esta vida.

¿Sabes? Echo de menos tus consejos. Qué absurdo, ¿Verdad? Sí, aquellos que pensaron que estaba loca pensarán que aún lo sigo estando. Pero ya no pueden intentar encerrarme.

Por aquí los días son demasiado cortos, y casi es peor a que sean largos. Todos los días son iguales y no hay demasiados motivos para levantarse feliz por la mañana. Aunque siempre se intenta encontrar alguno.
¿Ellos? Más patéticos que nunca. ¿Yo? Más sola que nunca. Pocos quedan de aquellos en los que me apoyaba cuando te fuiste. Han ido alejadose poco a poco y apenas quedan 1 o 2. Nadie nuevo en quien confiar.

Me voy cansando cada vez más de intentar encajar. Me voy cansando de tener esperanzas y de confiar en encontrar a alguien que merezca la pena de entre todos estos seres estúpidos. Creo que nadie nos comprenderá.

He aprendido a vivir aquí. Sí. Ya sé finjir sonrisas, sé llevarme bien con la mayoría, sé cómo actuar en cada momento y que tengo que hacer como que soy igual a ellos. Seguramente, te decepcionaría verme ahora. O tal vez te sintieras orgulloso.
Ahora soy como ellos. Pero sigo siendo yo. No sé si sabes lo pesada que es esa carga.
Imagina que sin cambiar, tuvieras que acostumbrarte a mantenerte tal y como pensamos siempre, y además aprender a pensar como esos que odiamos. ¿Es duro, eh? Por suerte tú nunca deberás intentarlo siquiera.
Y no, sigo sin envidiarles nada.

Por lo demás, bueno, hay alguien que nos entiende, alguien a quien nunca llegaste a conocer, pero sé que te gustaría. No me preguntes porqué, es el tipo de persona en la que tú confiarías.

A veces pienso en por qué te fuiste. No sé si de verás pensabas que debías hacerlo, no sé si algo te obligó, y no sé si quisieras volver algún día. Pero creeme, yo sigo esperandote. Y lo haré siempre. Eres la parte más importante de mi, y es imposible deshacerme de ti.

Tú me enseñaste a pensar en soledad, a llorar en silencio, a levantarme con una sonrisa y a no perder nunca las ganas. Tú me enseñaste a volar. Tú me enseñaste a amar al odio, haciéndome entender que por muy despreciable que sea el mundo en el que vivo, siempre quedará el alma, los sentimientos, el poder para hacer realidad cualquier cosa que deseemos, ya sea física o psicológicamente. Siempre hay salidas para todo , ¿Verdad?

Sigo teniendo en cuenta cada una de las palabras que me dijiste algún día. Y, no te preocupes, no he crecido tanto.

Sigo recordando que creer es crear.

Esto es lo que me robó el silencio. Digan lo que digan, hoy es un martes cualquiera.

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