19 de julio de 2011

En la azotea.


Sé coser el alma e ignorar al corazón.

Cuando fuera todos palpitaban de ignorancia, de inocencia y dulzura, yo bebía zumo de limón ácido y amargo.
Aprendí a volar, y a no abrir la puerta antes de echar un vistazo por la mirilla. A subir a la azotea cada noche intentando que salieran bien las buenas migas que pretendía hacer con folios en blanco, despues de aquella pelea, despues de que me decidieran robar la inspiración.
Aprendí a imaginar mil vidas, dandome cuenta de que el destino no existe.
Aprendí a hacer volar mi cometa sin recordar que de pequeña nunca supe hacerlo en condiciones, sin dejar que la nostalgia me arrebatara la locura una vez más.

He aprendido a sonreir casi sin esfuerzo y a fijarme en lo más pequeño, tanto que ya apenas me doy cuenta de lo enorme que se me pone delante de las narices pidiendo mi atención.
Aprendí a saltar en los sofás, mientras otros los usaban para sentarse, y a hacer el amor con la música mientras otros hacían música de amor.
He aprendido a llorar, y a secar mis propias lágrimas, haciéndoseme extraño el hecho de que, por una vez son mias las lágrimas que seco.
Aprendí a tenerte lejos. Aprendí a tenerte cerca, tal vez demasiado.
Aprendí que nada se olvida y que aprender, solo es posible tras errores, y es lo que más duele, a pesar de hacernos crecer.

Esto es lo que me robó el silencio mientras dormía, en mi azotea, sin darme cuenta.

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